Hoy les queremos recomendar a todas las personas, y sobretodo a los que viven en Colombia, esta página donde encontraran muchas cosas de interés referente al tema de la astronomía. Cosas como equipos, intereses iguales en este tema, muchos foros y otras cosas más.
Esperamos les sirva de ayuda.
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Outside of Earth in Colombia.
jueves, 15 de mayo de 2014
viernes, 25 de abril de 2014
Vuelos tripulados a Marte y Venus
Jueves, 5
de agosto de 1976.
Es probable que la década de
1990 vea comenzar la construcción de ciudades volantes. Según el autor de Los
próximos diez mil años, Adrian Berry, esas ciudades llegarán finalmente a tener
muchos kilómetros de diámetro, y proporcionarán hogares permanentes a cientos
de miles de personas.
Hacia
finales del siglo XXI los vuelos tripulados a Marte y Venus, se convertirán,
probablemente, en algo tan común, como lo son hoy los vuelos a través del
Atlántico. ¿Pero, por qué, se preguntan algunas personas, es necesario
aterrizar en Marte o en Venus? ¿Por qué es necesario aterrizar en alguna parte?
¿Existe alguna razón absoluta por la que todos debamos residir permanentemente
en la superficie de un planeta, en lugar de en una ciudad volante? He descrito
las comunidades que vivirán en la Luna y en Venus, pero en ambos casos estos
colonos padecerán algunas desventajas inevitables de sus medios ambientes. Bajo
el temor constante, en la Tierra, de la sobrepoblación, el conflicto civil y la
guerra atómica, y sobre todo, a causa de la necesidad comercial de la
construcción espacial en fábricas que giren alrededor del Sol, es probable que
la década de 1990 vea el comienzo de la construcción de ciudades volantes, que
finalmente llegarán a tener muchos kilómetros de diámetro y proporcionarán
hogares permanentes a cientos de miles de personas. Es el caso de la estación
espacial orbital Skylab, en la que los astronautas
ocupaban cuartos tan grandes como los de una casa de familia media. Vivían casi
tan confortablemente como nosotros en la Tierra. Digo «casi tan
confortablemente» porque tuvieron que aclimatarse a la ingravidez. El Skylab era una
estación demasiado pequeña para girar sobre un eje y proporcionar así gravedad
artificial a sus ocupantes. Pero imaginemos, en cambio, dos Skylab de masa
similar, unidos por una barra de unos trescientos metros de largo. Los
astronautas de ambas estaciones desean tener gravedad, para poder andar igual
que en la Tierra. La solución es sencilla: los astronautas de ambas estaciones
encienden simultáneamente cohetes direccionales en direcciones opuestas, el
sistema entero empieza a girar, y proporciona gravedad a ambas estaciones.Hablo
algo a la ligera de una barra de conexión de trescientos metros de largo. Pero
sólo utilizo esta idea para mostrar que la ingravidez no será un problema en
los viajes espaciales. Se puede eliminar fácilmente haciendo girar un sistema
espacial. Es probable que les den esta rotación lateral inicial a las
estaciones espaciales mucho mayores que sucederán al Skylab, para que sus
habitantes vivan confortablemente. La MacDonnell-Douglas Aircraft Corporation,
mirando más allá de 1990, ha estudiado el concepto de una tercera generación de
estaciones espaciales comerciales, que llevarían a cuatrocientas personas. En
una construcción gigantesca como ésta no se necesitarían tales barras. El
sistema entero sería lo bastante grande (en la escala humana) como para girar
sobre su eje y proporcionar gravedad en todas sus partes, excepto en el centro
absoluto. Tampoco habría razón, una vez que se hubiese logrado la gravedad,
para limitar el número del personal de la estación a cuatrocientos. Las
estaciones aumentarán enormemente en tamaño. Se convertirán en verdaderas
ciudades del espacio, de muchos kilómetros de diámetro, y acomodarán a decenas
de miles de personas. A causa del sistema de gravedad, las partes periféricas
de estas ciudades serán residenciales, mientras que los sectores cerca del
centro, donde la ingravidez es inevitable, se reservarán para fines
industriales.
La
gravedad de un sexto en la superficie de la Luna nos brindará algunos nuevos
procesos industriales bajo ingravidez parcial. Pero una gravedad débil no es un
sustituto de una gravedad nula. Aunque consideremos la Luna para nuestros más
grandes adelantos en la tecnología del vacío y la astronomía, sólo en los
entornos sin gravedad de los centros de las fábricas y ciudades espaciales es
donde se lograrán adelantos realmente complejos en la fabricación bajo
ingravidez. Estos incluirán el desarrollo de estructuras cristalinas puras con
aplicaciones electrónicas difícilmente imaginables, metales sumamente ligeros y
de gran resistencia, métodos de ingeniería nuclear que serían demasiado
peligrosos dé llevar a cabo en la Tierra o hasta en una Luna poblada, y,
paradójicamente, desarrollos metalúrgicos bajo las condiciones de gravedad
sumamente alta. Estas condiciones se pueden crear haciendo girar muy rápidamente
un satélite industrial, de manera que los objetos en la superficie interna de
su esfera puedan ser lanzados hacia fuera por una terrible fuerza centrífuga.
Todas estas técnicas contribuirán a un modo de vida, en todo el Sistema Solar,
que a nosotros nos parecería mágico.
Los
habitantes de las ciudades volantes podrán reproducir casi cualquier condición
terrestre que deseen. Algunas partes externas de su estructura no rotarán, sino
que estarán siempre de cara al Sol. Podrá haber grandes campos de granjas
agrícolas o hidropónicas bajo bóvedas transparentes. Imaginemos una serie de
estas ciudades, con la forma de ruedas gigantescas, cada una de alrededor de
treinta kilómetros de diámetro, y con muelles gigantes para sus actividades de
transportes comerciales entre las ciudades, que giran alrededor del Sol, sostén
de la vida en distintas órbitas. Cada ciudad tendrá en órbita muchos satélites
más pequeños que ellas. Entre éstos estarán las rápidas naves espaciales que
podrán llevar a hombres y materiales a otras ciudades y a planetas distantes.
Estarán en órbita alrededor de su ciudad madre hasta que lo deseen, del mismo
rnodo que en la Tierra una lancha motora está atada a un trasatlántico mientras
se halla fondeado.
No
existe ningún límite absoluto referente al tamaño que puedan llegar a tener
estas ciudades. En cualquier caso, las ciudades de la Tierra pueden padecer
problemas que son principalmente culpa de su propia geografía. El centro de Los
Angeles descansa en el cuenco de una montaña, el cual, en ciertas condiciones
atmosféricas, concentra el humo de los coches hasta niveles dificilmente
aceptables. Manhattan, la isla central de Nueva York, está tan comprimida que
gran número de ciudadanos viven en apartamentos de rascacielos deshumanizados,
y el crecimiento de los barrios bajos es endémico. Las cordilleras del Japón
han forzado a la industria a concentrarse en un área gigantesca alrededor de
Tokio. La cantidad de polución atmosférica en Tokio se puede juzgar por el
hecho de que, en los últimos años, los agentes de tráfico han tenido que llevar
másearas de gas. Washington, DC, capital del niundo occidental, padecía en
verano de una humedad tan terrible que, hasta la invención del aire
acondicionado, los Gobiernos británicos consideraban su embajada allí como un
puesto difícil. No es tanto al comportamiento de los modernos habitantes de
estas ciudades a quien habría que culpar por estos problemas, como han
mantenido algunos escritores; es más bien a su geografía. Las ciudades de la
Tierra están afectadas de innumerables dificultades, que sus fundadores,
ignorando los efectos de la industria moderna, no podrían haber previsto nunca.
No es solución construir más ciudades grandes en la Tierra, que solamente
quitarían a otras personas sus espacios abiertos. La única solución ideal es
construir nuevas e ilimitadas ciudades en la amplitud casi ilimitada del
espacio interplanetario. Serán capaces de ofrecer todas las comodidades que
debe tener una ciudad. El viaje espacial de ¡da o de vuelta puede ser tan
sencillo y barato como un viaje aéreo entre ciudades terrestres hoy en día. Sus
desechos industriales pueden ser lanzados al espacio en contenedores especiales
y propulsados de modo que los devore el Sol, sin crear inconvenientes. Su
fuente básica de energía eléctrica también será el Sol, y no habrá nubes que la
interfieran. Cada desastre en estas ciudades será culpa de sus habitantes y, si
algo falla, sólo se podrá culpar al alcalde.
A
medida que las ciudades se vuelvan más complejas, no hay razón para que sigan
siendo satélites de la Tierra. En realidad, la gente de la Tierra tendrá una
razón poderosa para, que esto no ocurra, pues un número suficientemente grande
de ellas obstruiría la luz d el Sol. Es probable que sigan sus órbitas propias
alrededor del Sistema Solar, y algunas de ellas desaparecerán tras el Sol
durante muchos meses. Krafft A. Ehricke lo resume así: «Con sus fábricas
gigantes y sus medios de producción de alimentos, las ciudades mantendrán una
flota mercante propia de naves espaciales, unos centros propios de explotación
minera de materias primas en otros cuerpos celestiales y serán ciudades-estado
políticamente independientes ».
La
construcción de las ciudades comenzará probablemente en la última década del
siglo XX, con vigas de metales sumamente ligeros, posibles gracias a la
tecnología en órbita terrestre. El desarrollo de la industria lunar en las
próximas décadas hará aún más fácil y barato obtener materiales ligeros de
construcción. Pero a medida que avance el siglo XXI y el XXII, las ciudades se
volverán más numerosas y grandiosas. Gradualmente habrá una crisis de materias
primas, que las fábricas de la Luna no podrán ya suministrar en cantidad
suiSciente. Si las ciudades quieren seguir desarrollándose, tendrán
urgentemente que explotar parte de la materia libre del Sistema Solar, que
afortunadamente tendrán a mano. Entre las órbitas de Marte y Júpiter, formando
una amplia faja a unos 300 millones de kilómetros del Sol, hay un enjambre
gigantesco de planetas diminutos conocido colectivamente como el Cinturón de
Asteroides. Son todos demasiado pequeños para tener, una atmósfera. El mayor de
todos, Ceres, no tiene más de setecientos kilómetros de diámetro. El resto,
unos 50.000, van desde un tamaño de quinientos kilómetros de diámetro, a meros
trozos de roca de pocos metros de diámetro. Juntos tienen una masa de
aproximadamente el uno por ciento de la Tierra. Como no tienen valor económico
en su actual situación, y como ya habrán agotado su interés científico para
mediados del siglo XXI, muchos serán destrozados para proporcionar los
materiales parala nueva construcción urbana.
En
el siglo XXIII, una región próxima a la órbita de la Tierra alrededor del Sol
será una corriente aparentemente infinita de masiva quincallería residencial e
industrial. ¿Aparentemente infinita? A un visitante de nuestro tiempo, le
parecería así. Pero la gente de esa época no se sentirá satisfecha. Habrá una
civilización con un presupuesto energético de unos 1037 ergios, que manejará
una potencia 100 millones de veces mayor que la nuestra. Como siempre, sin
embargo, tendrá preocupaciones sobre el futuro. Se hablará de una crisis de
materias primas. Mirarán con indignación las gigantescas brechas en el gran
anillo de fábricas y ciudades que rodearán al Sol.
Nos
los podemos imaginar diciendo: « ¡Observad ese vacío negro! Nueva Chicago
desapareció tras el Sol hace una semana. No se espera que aparezca Nueva
Londres antes de otros cuatro días. ¿Qué hay entre ellos? Unos cuantos pueblos
insignificantes y unos parques de diversiones, el mayor de ellos de quince
kilómetros escasos de diámetro. Todo ese espacio vacío se está despilfarrando.
Deberíamos hacer algo por la humanidad. Pero ¿qué podemos hacer? Queremos
expandirnos, pero no podemos. Hemos agotado la masa de los asteroides y no
podemos tocar el interior de los planetas porque están cubiertos de gente. La
gente reclama espacio vital y los industriales y los gobiernos se desviven por
encontrar materias primas. ¿De dónde podemos sacarlas? »
Sólo
habrá un lugar para obtenerlas, a pesar de lo fantástica que pueda parecer la
sugerencia, incluso para la gente del siglo XXIII. El planeta gigante Júpiter
sólo está dos veces más lejos del Sol que los asteroides; ¿qué valor económico
tiene en su órbita actual?, se preguntarán nuestros descendientes. Es un astro
tentador, 30.000 veces más masivo que todos los asteroides ahora desaparecidos.
Si se pudiera descomponerlo, la humanidad no tendría ya que preocuparse durante
miles de años. Los hombres del siglo XXIII, armados con sus 1037 ergios, empezarán
a examinar Júpiter, el gigante de nuestro Sistema Solar, con mirada adquisitiva
y depredadora.
Próximo
capítulo:
Júpiter,
el planeta gigante, es inhabitable. Pero se puede desmantelar y aprovecharse de
sus recursos. Dentro de cuatro o cinco siglos, el hombre será capaz de idear
explosivos que harían añicos a Júpiter en cuestión de unas horas.
Adrian Berry 5 AGO 1976, recuperado el día 25
de abril de 2014 de http://elpais.com/diario/1976/08/05/sociedad/208044001_850215.html
lunes, 21 de abril de 2014
UN MOMENTO DE COMPRENSIÓN DEL COSMOS.
Domingo, 1 de agosto de 1976.
El
hombre nace en la naturaleza. Desea conocer y penetrar en su entorno. Busca las
leyes que gobiernan su mundo, trata de dar sentido a su vida dentro del cosmos
que va descubriendo. Nacen una serie de filosofías que justifican en parte la
unión del ser con su universo. Se crea un lenguaje para hablar de ese universo,
«las matemáticas». Nace una filosofía acerca de nuestra amplia bóveda celeste...
«La astronomía» comienza a ser una ciencia. Una de sus teorías más aceptadas
fue la de Claudius Ptolomaeus (100-170 d.J.) que consideraba la Tierra el
centro del universo con toda la bóveda de las estrellas girando alrededor de
nuestro planeta (teoría geocéntrica).Los cimientos para la construcción de un
nuevo modelo de los cielos fueron obra del astrónomo Nicolás Copérnico
(1473-1543) quien suprio que era el Sol y no la Tierra lo que constituía el
centro del universo (teoría heliocéntrica). Hoy día sabemos bien la
incorrección de dichas teorías. Situar el centro del universo supone conocer y
delimitar sus contornos y éstos se amplían a medida que se perfeccionan los
instrumentos de observación. Actualmente el hombre tiene ante sus ojos un
universo de más de 26.000 millones de años-luz de diámetro, y no hay razón para
pensar que hemos topado con sus últimos confines.
La
astrofísica surge como ciencia a partir de la astronomía en el momento que se
penetra más en el conocimiento de la naturaleza física y estructura de los
astros. Sus comienzos parten de Joseph
Fraunhofer (1787-1826) y Gustav
Robert Kirchhoff
(1824-1887) que sentaron las bases de la espectroscopia estelar: el primero observando
con un espectroscopio visual los espectros del Sol y algunas estrellas
brillantes, y el segundo mostrando que un gas colocado frente a un manantial de
luz blanca producía rayas de absorción que eran de ee las mismas; longitudes de
onda que las originadas en emisión por ese mismo gas calentado o excitado
eléctricamente.
Kirchhoff
sienta los fundamentos de la espectroscopia en su libro titulado Untersuch ungen über das
Sonnenspektrum und die Spektren chemischer Elemente
(Investigaciones sobre el espectro solar y sobre los espectos de los elementos
químicos). Sin embargo, es en nuestro siglo y principalmente en las últimas
décadas cuando la astrofísica ha tenido un ritmo vertiginoso.
Ha
sido posible determinar la composición de las estrellas y sistemas solares, los
movimientos explicables por efecto Doppler, etcétera. Es posible analizar
placas estelares con varios espectros superpuestos y construir el modelo de la
estrella.
Los
equipos (telescopio, espectroscopio, registros, etcétera) montados en satélites
artificiales han permitido una mayor precisión en la interpretación de los
espectros de las placas estelares al eliminar la absorción por la atmósfera
terrestre. Se confía no obstante que con los montajes que se están realizando
en el observatorio de Izaña (isla de Tenerlife), observatorio (en construcción)
en el Roque de los Muchachos (Isla de la Palma) y en Las Cañadas, en el cráter
del Teide (Isla de Tenerife), la calidad de las observaciones astrofísicas
serán similares a las que hasta ahora se vienen realizando con los aparatos
instalados en satélites artificiales en las distintas partes del mundo.
Begoña de Luis 1 AGO 1976, recuperado el día
21 de abril de 2014 de http://elpais.com/diario/1976/08/01/sociedad/207698422_850215.html
El presidente del Centro Nacional de Información y Documentación.
Martes, 27 de julio de 1976.
(Cenioc),
doctor López Pinedo, ha firmado en Barcelona un convenio con el Instituto
Nacional de Técnica Aeroespacial para la inserción de este organismo dentro del
servicio europeo de documentación científica y técnica. Asimismo se prevé el
estudio de las bases de un futuro convenio interinstitucional, con
participación de la Compañía Telefónica Nacional de España, que servirá para
potenciar las bases bibliográficas de información y documentación en varias
naciones de Europa, América y Asia. La firma tuvo lugar en el salón de mapas
del palacio provincial de la Diputación de Barcelona.
El País 27 JUL 1976, recuperado el día
21 de abril de 2014 de http://elpais.com/diario/1976/07/27/sociedad/207266409_850215.html
LA CONQUISTA DEL ESPACIO: UNA LOCURA COLECTIVA.
Domingo, 25 de julio de 1976
Nuestra
época, como casi todas las anteriores, está enferma. Enferma de agresión y
enferma de sueños. Porque ¿nos mejora realmente el inmenso capital que se
invierte en la conquista del espacio? Cuando el pozo hondísimo que es el hombre
apenas está descubierto y lo poco que se ha descubierto se ha hecho por
esfuerzos particulares, nunca por medio de un plan nacional de la envergadura
de una operación espacial ¿no se ve claramente que el hombre no teme lo que
pueda existir fuera de la órbita terrestre pero sí que teme su propia órbita interna?
¿No
resulta clara la patología de los pueblos que dejándose llevar por sus líderes
y proyectando en ellos sus fantasías inconscientes les impulsan a inventar y
crear enemigos gastando el dinero en armas y no en cultura ni alimentos?
Es
difícil quedarse callado cuando todo el mundo sabe que la delincuencia es el
resultado de una patología individual (microsocial y macrosocial), cuando se
sabe que el 60 por 100 de las enfermedades humanas son de origen psíquico, es
decir causadas por la familia, la sociedad y los conflictos personales. El
hombre tiene un inconsciente que sigue de forma ciega casi todos sus actos
individuales y colectivos, según mecanismos poco conocidos.
Pero
investigar todo esto sería poner en cuestión el hombre mismo, su colectividad y
la civilización. Los entes colectivos, como buenos locos que son, creen que sus
problemas de convivencia, de salud física o mental, de calidad de vida, se
solucionarán con unas ideas o con otras, a cañonazos siempre, o desviando fuera
del grupo humano, hacia Marte por ejemplo, la necesidad que tenemos de invertir
dinero.
Un
esfuerzo se hace más que necesario para resolver el hambre, la incultura y
sobre todo los mecanismos de nuestro pensamiento colectivo e individual. En vez
de eso se gasta el dinero fuera del hombre. Y aún así se daría por bien
empleado si el hombre descubriese que es frágil, que está solo, que no se puede
destruir así como así por ideologías que no tienen más de medio siglo de
vigencia.
Sabemos
que el hombre es un ser agresivo y amoroso a la vez. Necesita lanzar su odio
blindado adornándolo con ideologías contra los malos de fuera y guardando un amor futuro
para con los de su grupo.
Se
puede dudar razonadamente de la salud mental de los líderes políticos pero creo
que eso no es correcto. Son los grupos humanos quienes fabrican a sus líderes
para cubrir profundas necesidades inconscientes que terminan casi siempre en lo
de los buenos y los malos, en hacer la critica a los otros sistemas pero no
practicar la autocrítica con el propio grupo.
En
esa línea se sitúa la búsqueda fuera de la Tierra. Podemos situar la aventura
en Marte como una aventura infantil en el fondo pero eso significa que
colectivamente buscamos nuestros orígenes y nuestra identidad pasada. Hasta es
posible que los científicos saquen algún aparatito nuevo y los dirigentes
políticos lo transformen en arma contra enemigos reales o creados por ellos
mismos. No sería de extrañar -ya lo ha hecho la literatura- que se
desarrollasen nuevas armas contra marcianos imaginarios. Después se nos diría
que eso es bueno, que para nuestra convivencia, salud, desarrollo...
José
Antonio Rodríguez Piedrabuena 25 JUL 1976, recuperado el día
21 de abril de 2014 de http://elpais.com/diario/1976/07/25/sociedad/207093615_850215.html
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