Domingo, 25 de julio de 1976
Nuestra
época, como casi todas las anteriores, está enferma. Enferma de agresión y
enferma de sueños. Porque ¿nos mejora realmente el inmenso capital que se
invierte en la conquista del espacio? Cuando el pozo hondísimo que es el hombre
apenas está descubierto y lo poco que se ha descubierto se ha hecho por
esfuerzos particulares, nunca por medio de un plan nacional de la envergadura
de una operación espacial ¿no se ve claramente que el hombre no teme lo que
pueda existir fuera de la órbita terrestre pero sí que teme su propia órbita interna?
¿No
resulta clara la patología de los pueblos que dejándose llevar por sus líderes
y proyectando en ellos sus fantasías inconscientes les impulsan a inventar y
crear enemigos gastando el dinero en armas y no en cultura ni alimentos?
Es
difícil quedarse callado cuando todo el mundo sabe que la delincuencia es el
resultado de una patología individual (microsocial y macrosocial), cuando se
sabe que el 60 por 100 de las enfermedades humanas son de origen psíquico, es
decir causadas por la familia, la sociedad y los conflictos personales. El
hombre tiene un inconsciente que sigue de forma ciega casi todos sus actos
individuales y colectivos, según mecanismos poco conocidos.
Pero
investigar todo esto sería poner en cuestión el hombre mismo, su colectividad y
la civilización. Los entes colectivos, como buenos locos que son, creen que sus
problemas de convivencia, de salud física o mental, de calidad de vida, se
solucionarán con unas ideas o con otras, a cañonazos siempre, o desviando fuera
del grupo humano, hacia Marte por ejemplo, la necesidad que tenemos de invertir
dinero.
Un
esfuerzo se hace más que necesario para resolver el hambre, la incultura y
sobre todo los mecanismos de nuestro pensamiento colectivo e individual. En vez
de eso se gasta el dinero fuera del hombre. Y aún así se daría por bien
empleado si el hombre descubriese que es frágil, que está solo, que no se puede
destruir así como así por ideologías que no tienen más de medio siglo de
vigencia.
Sabemos
que el hombre es un ser agresivo y amoroso a la vez. Necesita lanzar su odio
blindado adornándolo con ideologías contra los malos de fuera y guardando un amor futuro
para con los de su grupo.
Se
puede dudar razonadamente de la salud mental de los líderes políticos pero creo
que eso no es correcto. Son los grupos humanos quienes fabrican a sus líderes
para cubrir profundas necesidades inconscientes que terminan casi siempre en lo
de los buenos y los malos, en hacer la critica a los otros sistemas pero no
practicar la autocrítica con el propio grupo.
En
esa línea se sitúa la búsqueda fuera de la Tierra. Podemos situar la aventura
en Marte como una aventura infantil en el fondo pero eso significa que
colectivamente buscamos nuestros orígenes y nuestra identidad pasada. Hasta es
posible que los científicos saquen algún aparatito nuevo y los dirigentes
políticos lo transformen en arma contra enemigos reales o creados por ellos
mismos. No sería de extrañar -ya lo ha hecho la literatura- que se
desarrollasen nuevas armas contra marcianos imaginarios. Después se nos diría
que eso es bueno, que para nuestra convivencia, salud, desarrollo...
José
Antonio Rodríguez Piedrabuena 25 JUL 1976, recuperado el día
21 de abril de 2014 de http://elpais.com/diario/1976/07/25/sociedad/207093615_850215.html
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